1 Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.
2 Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.
3 Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día.
4 Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Selah
5 Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: “Voy a confesar mis transgresiones al SEÑOR,” y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Selah
6 Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán.
7 Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. Selah (Salmo 32:1-7)

La Biblia nos habla de muchos milagros: los ciegos reciben su vista, los cojos caminan, e incluso los muertos vuelven a la vida. Pero el mayor de todos los milagros, es el perdón, el perdón libre y completo hacia un pecador que no lo merece por un Dios justo y santo. Como dice el Salmo 32 , “Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados.”

¿Por qué es el perdón un regalo tan maravilloso? Considere por un momento que hoy en día la culpa es el síntoma más común detectado por los psicólogos cuando tratan a sus pacientes. La culpa es el peso ineludible que oprime nuestras conciencias cuando hacemos algo mal. Tratamos de negar lo que hemos hecho, o intentamos engañarnos a nosotros mismos y a los demás con excusas. Sin embargo, sea que lamentemos o no nuestras acciones, no tenemos el poder de retirar lo que hemos hecho. En la física, cada acción tiene una reacción igual y opuesta. En la vida, cada acción sea buena o mala, tiene consecuencias, aunque en diferentes medidas dependiendo de la magnitud de nuestras acciones. La culpa es la reacción inevitable del alma humana cuando hacemos algo mal, incluso cuando nos negamos a admitir que estamos equivocados.

¡Cuántas personas hoy en día pasan años viviendo bajo una nube de culpa! El alcohólico o drogadicto lamenta haberse convertido en el prisionero de un hábito, pero no ve ninguna salida. Él o ella viven con un profundo sentimiento de fracaso e impotencia. Un padre que falló en estar allí cuando sus hijos eran jóvenes, encuentra que ellos no tienen ningún interés en él cuando son mayores. Él nunca conoció de verdad a su propios hijos, y ellos a su vez, nunca le conocieron. Otro ejemplo, una aventura de infidelidad conyugal, que parecia tan emocionante por un rato, se convirtió en una pena y remordimiento de por vida.

Peor aún, hay personas que tienen que vivir con una de las cargas más terribles que cualquier alma puede soportar, la culpa de haberle quitado la vida a alguien. Durante una prédica evangelística que llevamos a cabo hace unos años en Yonkers, Nueva York, un hombre que había sido indigente y alcohólico por unos treinta años, paso al frente para orar. Este hombre nunca había sido capaz de sobrellevar la culpa que sentía al haber tomado las vidas de jóvenes y adultos mientras combatía en operaciones especiales durante la Guerra del Vietnam. Entre otras cosas, tuvo que dispararle a una abuela cuando ella le quito el seguro a una granada justo después de haberla saludado al pasar. Para escapar de las punzadas del remordimiento, éste hombre se entregó al consuelo miserable que el alcohol ofrece. Su cuerpo sobrevivió la guerra, pero su vida mental y emocional fueron devastadas por los horrores que había experimentado. Él oró aquel día a Cristo por el perdón de acciones por las que nunca había sido capaz de perdonarse así mismo.

Los psicólogos no pueden liberar a las personas del poder de la culpa. Podrán tratar de ayudar a los pacientes a sobrellevar sus sentimientos, o al menos a entenderlos mejor. Pero ningún ser humano puede agitar una varita mágica para liberar a otro del peso de la culpa. Sólo Dios puede hacer eso, y sólo a un precio muy alto. Vea usted, incluso Dios no puede y no deshacerá nuestro pasado. Aquel que nos hizo y nos dio la vida también nos dio libre albedrío para escoger lo que queramos o no hacer. Él no pretende que seamos algo distinto de lo que somos, pecadores injustos que demostramos lo malo que somos cada día. Un pasaje en el libro de Job capítulo 34 versículos 21 al 23 dice del Señor: “Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos. No hay lugares oscuros ni sombras profundas que puedan esconder a los malhechores. Dios no tiene que examinarlos para someterlos a juicio.”

“Porque así dice el SEÑOR, el que creó los cielos; el Dios que formó la tierra, que la hizo y la estableció; que no la creó para dejarla vacía, sino que la formó para ser habitada:
Yo soy el SEÑOR, y no hay ningún otro…. Yo, el SEÑOR, digo lo que es justo, y declaro lo que es recto…. Vuelvan a mí y sean salvos, todos los confines de la tierra.”

En contraste, cuantos elogios tales como “miembro generoso de la sociedad,” se dicen junto a la tumba de un hombre que fue un ladrón; o “fue un hombre amante de su familia,” a un abusador; e incluso “fue una una persona que dio tanto a todos nosotros,” ¡refiriéndose a un asesino! Una vez escuche en las noticas de Nueva York los elogios que se le daban a un mafioso que había fallecido, y me sorprendí de la persona tan buena que este hombre había sido.

Dios no es así. Es contrario a su naturaleza llamar a lo malo bueno, y a lo bueno malo. Como dice el capítulo 45 de Isaías:

¿Cómo puede un Dios justo y santo perdonar las cosas imperdonables que los hombres cometen todos los días? Si usted y yo nos molestamos cuando ocurren acontecimientos terribles, ¿cómo cree usted que el Señor se siente? Vemos sólo una parte infinitesimal del lo que sucede, pero Él, puede ver cada acción y conoce los pensamientos de cada persona en la tierra. Como padre de cuatro niños preciosos, no podría comprender ni asimilar ni siquiera una parte del maltrato infantil que ocurre en este mundo.

¿Cómo Dios tolera el mal? Si usted piensa que Dios es como un relojero que le da cuerda al universo y después se aleja, esta muy equivocado. Jesús dijo de nuestro Padre Celestial, “¿No se venden dos gorriones por una monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin que lo permita el Padre.” Si el Señor se interesa así por los gorriones, ¿cuánto más cree usted que Él se preocupa por nosotros? Jesús nos dijo, “Él les tiene contados a ustedes aun los cabellos de la cabeza. Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones.” (Mateo 10:29-31) Muy pocos de nosotros estaríamos dispuestos a permanecer sentados el tiempo necesario para contar cada uno de nuestros cabellos, pero Dios sabe cuántos tenemos.

¿Qué ha hecho entonces Aquel que nos creó para ayudarnos a superar los retos de la tentación y el mal? El apóstol Juan escribió, “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” El Hijo eterno de Dios, el co-creador de este universo, se convirtió en Hijo de Hombre, sujeto a toda tentación que usted y yo afrontamos pero nunca cedió a ninguna de ellas. Jesús vino como un maestro, pero la enseñanza por sí sola no puede salvarnos. También fue un profeta, pero la profecía por sí sola no puede salvarnos tampoco. Él es nuestro gran ejemplo, pero ¿con qué frecuencia fallamos el vivir a la altura de los ejemplos?

Como Jesús dijo a sus discípulos en varias ocasiones, Él vino a esta tierra, principalmente a morir: el Bueno por el malo, el Justo por los injustos. Él vino del cielo a la tierra para soportar en su propio cuerpo las consecuencias de todas las cosas horribles que la gente como usted y yo hemos hecho desde el comienzo de la creación hasta ahora.

“Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados. Antes eran ustedes como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas.”

El Creador del universo tomó forma humana y se humilló a sí mismo sufriendo una muerte horrible en una cruz Romana, todo a causa de nuestra rebelión y desobediencia hacia Dios. Él murió para que nosotros no tuviéramos que morir. Pedro, el discípulo de Jesús, escribió en 1 Pedro 2:24-25,


Porque Él tomó nuestro castigo para sí mismo, tiene el derecho a hacer por nosotros lo que nadie más puede. Él puede perdonarnos por todo lo que hemos hecho, y darnos una vida nueva. Sólo Jesús puede liberarnos del poder de la culpa y el pecado. El profeta Miqueas escribió en el capítulo 7, versículos 18-19, “¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar. Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.”

¿Está usted hoy dispuesto a confesar sus pecados para que Dios los arroje en el mar del olvido? ¿Está usted dispuesto a recibir el grandioso y costoso regalo que Cristo compró para usted al derramar su propia sangre en la cruz, en lugar de haberlo hecho usted por sus pecados? ¿O se aferrará usted a sus pecados e incluso los defenderá y enfrentará las terribles consecuencias cuando un día ante Dios tenga que dar cuenta de lo que hizo con su vida? “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.” (Gálatas 6:7-8)

“Dios es poderoso, pero no rechaza al inocente; Dios es poderoso, y todo lo entiende. Al malvado no lo mantiene con vida; al afligido le hace valer sus derechos. Cuida siempre de los justos; los hace reinar en compañía de reyes y los exalta para siempre. Pero si son encadenados, si la aflicción los domina, Dios denuncia sus acciones y la arrogancia de su pecado. Les hace prestar oído a la corrección y les pide apartarse del mal. Si ellos le obedecen y le sirven, pasan el resto de su vida en prosperidad, pasan felices los años que les quedan. Pero si no le hacen caso, sin darse cuenta cruzarán el umbral de la muerte.”

Escuche por un momento, antes de concluir, algunas palabras hermosas del libro de Job 36, versículos 5-12,






 

“Padre, vengo a ti de la única forma que puedo, como un pecador que no es digno de Tu amor. Sin embargo me amaste tanto que enviaste a tu hijo amado a morir por mi en la cruz, incluso aun cuando yo era tu enemigo. Señor Jesús, te recibo hoy como mi salvador. Confieso, todos mis pecados y te pido que me perdones. Por favor lava la mancha y el poder del pecado en mi vida con la preciosa sangre que derramaste en la cruz. También te entrego mi vida, como tú la diste por mí, y te recibo como el Señor de mi vida. Enséñame tus caminos y permíteme hacer tu voluntad. Dame esa vida abundante que tú compraste por mí en la cruz del calvario. Te lo pido en el nombre de Jesús, amen.”

Jesús no nos desprecia ni a usted ni a mí, el nos amó lo suficiente como para dar su vida por nosotros. Deja que hoy sea el día para admitir ante el Señor lo que Él ya sabe, que eres un pecador, que no eres la persona que deberías ser. Usted es de hecho una persona que necesita la ayuda de Dios Todopoderoso para lograr ser todo lo que usted debería ser y todo lo que Él espera que usted sea. El apóstol Juan escribió: “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no habita en nosotros”. (1 Juan 1:8-10)

¿Recibirás hoy el milagro más grande de todos, el milagro de perdón? Todo aquel a quien a Cristo perdona, Él le da el comienzo de una vida totalmente nueva. Jesús dijo en sus propias palabras, “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” (Juan 10:10) Ore conmigo las siguientes palabras,

Copyright ©2007 Christopher N. White

Traducción por Eliana Cárdenas Rojas, con corrección de pruebas por Daniel H. Voll.

Toda referencia bíblica se toma de la Nueva Versión Internacional, ©1999 por La Sociedad Biblica Internacional.