Una escena del Segundo Gran Avivamiento

En 1 Crónicas 12:32, la Biblia describe un fascinante grupo de personas entre los seguidores del Rey David. Eran hombres “de los hijos de Isacar que tenían conocimiento de los tiempos, y sabían lo que Israel tenía que hacer….” ¿Acaso nosotros a los que Jesús ha llamado a ser evangelistas tenemos entendimiento de los tiempos en los que estamos viviendo? ¿Hemos entendido lo que Dios está haciendo en nuestra generación, para poder ser sabios colaboradores de Él? ¿Hemos visto nuestro llamado desde la perspectiva más grande de Dios? ¡Si es así, entonces es un tiempo emocionante para estar vivos!

Entendiendo el plan de Dios para el cuerpo de Cristo

Como evangelistas, primero necesitamos apropiarnos de la visión de lo que el Señor ha estado haciendo en la historia, para así reconocer su trabajo en nuestro diario vivir. En los últimos cientos de años, el Señor ha estado restaurando las verdades bíblicas que por mucho tiempo se han perdido a través de la falsa enseñanza, los falsos maestros, y la exaltación de las tradiciones religiosas del hombre en lugar de las verdades eternas Bíblicas. Estas verdades eternas incluyen la salvación por fe y no por obras, la certeza del perdón de los pecados, la santificación, la santidad, el bautismo de los creyentes por inmersión, y el bautismo y los dones del Espíritu Santo, entre otros.

“A los ancianos que están entre ustedes, yo, que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y participe con ellos de la gloria que se ha de revelar, les ruego esto: Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño. Así, cuando aparezca el pastor supremo, ustedes recibirán, la inmarcesible corona de gloria”.

En años recientes, el Señor ha estado restaurando en su iglesia todos los ministerios, dones, y funciones del Cuerpo Bíblico de Cristo. Esto incluye el rol crítico en la iglesia primitiva de los ancianos en el liderazgo de las congregaciones locales, algo que los creyentes están comenzando a entender una vez más. Lea con cuidado las palabras de 1 Pedro 5:1-4, y note lo que se dice, así como lo que no se dice:



Pedro está indicando que los ancianos son llamados a “pastorear” [poimaino (poy-mah’-ee-no); actuar como un pastor, a pastorear] el rebaño de Dios. Nótese que “pastorear” aquí es una acción, no un título, y también que la palabra ancianos siempre es plural.

Durante el primer siglo D.C., la multiplicidad de los ministerios era algo común en las congregaciones de los santos. Cuando las iglesias empezaron a ser institucionalizadas, el rol tradicional de un solo pastor sirviendo de líder espiritual y jefe ejecutivo oficial de una iglesia local, se convirtió en algo que hacía parte del desarrollo histórico de los siglos subsiguientes. Recuerden que el Cuerpo Bíblico de Cristo nunca será una institución o una organización, ni es tampoco propiedad de ninguna institución u organización. La iglesia Bíblica es un organismo vivo conformado por muchos miembros con una gran variedad de funciones, que pertenece sólo a Jesucristo.

Para resumir, estamos viviendo durante días en donde Cristo está restaurando la iglesia acorde al patrón pleno y poder del Nuevo Testamento. El Padre está preparando una Novia eterna para Su Hijo, ¡una que estará lista para Él cuando Él retorne a la tierra! Recuerden el famoso pasaje de Santiago 5:7-8: “Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia [la lluvia temprana y tardía, Reina Valera, Revisión 1960]. Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del Señor, que ya se acerca.” Como el Señor dio la lluvia primera para establecer el temprano comienzo de la iglesia con el día de Pentecostés, pueda Él darnos la lluvia tardía para restaurar Su iglesia a su forma Bíblica original, como también su poder y pureza en estos últimos días.

Timothy Dwight, el presidente que convirtió la universidad de Yale en una de las mejores, fue una figura clave en el Segundo Gran Avivamiento en los Estados Unidos. El Primer Gran Avivamiento en los 1730s y 1740s y el Segundo Gran Avivamiento a inicios de 1800, fueron

Timothy Dwight

avivamientos que se esparcieron a través del continente de Norte América e Inglaterra. Sus efectos continúan aun hoy en día en movimientos misioneros que se han esparcido a cada rincón del mundo. Por seis años, empezando 1795, Timothy Dwight oró, predicó, y debatió todos los comentarios acerca de las grandes verdades de la Biblia—sin un solo convertido. Luego en el séptimo año, el Señor envió un poderoso avivamiento que logró que casi 80 de los 230 estudiantes en la universidad comenzaran a tener una fe viva en Cristo. En 1800, Dwight escribió el famoso himno con las palabras,

Yo amo a tu iglesia, Oh Dios,
Sus muros que ante ti permanecen,
Querida como la niña de tus ojos,
Y grabada en Tu mano.

Por ella mis lágrimas caerán
Por ella mis oraciones ascenderán,
Para ella mis cuidados y mi trabajo serán dados
Hasta que estos trabajos duros y cuidados terminen.

¿Estamos nosotros los que nos llamamos evangelistas ocupados en construir nuestros propios ministerios? O, como Timothy Dwight, ¿estamos entregando nuestras vidas para construir la iglesia de Jesucristo? Cada ministerio, denominación, organización, e institución pasará, pero la iglesia construida con piedras vivas permanecerá para siempre.


 


El rol del evangelista en el cuerpo de Cristo

“Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. Por esto dice: «Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres….» Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo;”

Como evangelistas, necesitamos entender nuestro lugar y nuestro rol en la iglesia. Efesios 4:7-8, 11-14 dice,





Siendo el hijo de un ministro de un pueblo pequeño, crecí creyendo que para servir al Señor tenía que ser un ministro o un misionero. La idea de ser un evangelista nunca estuvo en mi mente—hasta que el Señor me habló plenamente acerca de mi llamado un sábado en la mañana cuando tenía 20 años.

Mi padre, por otro lado, empezó a orar fervientemente desde mucho antes, entendiendo que yo era llamado a ser un evangelista, aun antes de yo haber nacido. Como el Señor habló a Jeremías en el capítulo 1, versículos 5-8:

«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido;
Antes de que nacieras, ya te había apartado;
Te había nombrado profeta para las naciones.»

Yo le respondí: «¡Ah, SEÑOR mi Dios!
¡Soy muy joven, y no sé hablar!»

Pero el SEÑOR me dijo:
«No digas: “Soy muy joven”,
Porque vas a ir adondequiera que yo te envíe,
Y vas a decir todo lo que yo te ordene.
No le temas a nadie,
Que yo estoy contigo para librarte.» Lo afirma el SEÑOR.

Me encantaría ser capaz de decir que yo rápidamente respondí “¡Sí!” al llamado de Dios a mi vida. Pero el hecho reside en que inmediatamente respondí, “¡No, Señor! ¡No puedo ser un evangelista! ¡No sé cómo hablar!” Sin embargo, dos días después, llegó una carta en el correo de una misionera que pasó cerca de 50 años en Colombia, Sur América. El Señor le había dado a la Sra. Hannah Lowe una visión, en la cual le había mostrado dos cosas: que Dios me había llamado a ser un evangelista, pero que yo iba por mal camino y estaba huyendo del llamado. ¡Oh cuan paciente es el Señor con sus tercos y desconfiados hijos¡

George Whitefield predicando en Cornwall
durante el Primer Gran Avivamiento

El rol de evangelista es crítico en la edificación del Cuerpo de Cristo. Y, sin importar lo que algunos dicen hoy en día, la necesidad de evangelistas nunca terminará hasta que Cristo regrese. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros tienen diferentes llamados, pero cada rol es ordenado por el Señor y es clave en la edificación de la iglesia. Como es claro de la vida de Pablo, la intención de Dios es que los apóstoles tengan una visión bien amplia tanto para la iglesia como para el mundo perdido. En contraste, aquellos a los que Dios llama a pastorear y enseñar a Su rebaño deben concentrarse principalmente en aquellos que ya hacen parte de los redimidos. Si todo el liderazgo del Cuerpo es ejercido sólo por aquellos que genuinamente han sido llamados por Dios a ser pastores (o ancianos) y maestros, la visión de la iglesia de alcanzar al perdido estaría mucho más limitada de lo que Dios quiere.

Como Abraham llamó a su siervo Eliezer a salir y encontrar una novia para su hijo, Isaac, así también, nosotros los evangelistas somos llamados a buscar una Novia para Cristo entre aquellos que ahora están alejados del Reino de Dios. Buscando gemas para Jesús entre las multitudes de almas perdidas, contenciosas, no prometedoras, y hasta depravadas, es un trabajo arduo. ¡Pero es un trabajo ordenado por Dios! Consideremos otra vez las palabras de Jesús en Juan 15:16, “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure….”


 


La pasión del evangelista

Primero que todo, el verdadero evangelista no puede descansar en paz mientras las almas están pereciendo, muriendo porque nunca han tenido la oportunidad de experimentar la gracia de Jesucristo. El corazón y el alma del evangelista se enfocan en los que están pereciendo. Él o ella pueden ministrar a los santos en diferentes aspectos, pero el corazón constantemente anhela estar en los campos listos para la cosecha, en medio de un mundo que va hacia la destrucción. Muchos creyentes viven perfecta y cómodamente sus vidas, felices de ser salvos, olvidándose de todos los que a su alrededor están perdiendo sus almas sin el conocimiento de Cristo. Pero el hombre o la mujer al cual Jesús ha tocado con Su carga por las almas que se están perdiendo se encuentran con un desasosiego en su interior que no es fácilmente satisfecho. Como Proverbios 24:11-12 advierte:

“Rescata a los que van rumbo a la muerte;
detén a los que a tumbos avanzan al suplicio.
Pues aunque digas, «Yo no lo sabía»,
¿no habrá de darse cuenta el que pesa los corazones?
¿No habrá de saberlo el que vigila tu vida?
¡Él le paga a cada uno según sus acciones!”

Cuan fácil resulta decir que no lo sabíamos, que no veíamos a las almas pereciendo a nuestro alrededor. Mucha gente que vivió muy cerca de los campos de concentración Nazis durante la Segunda Guerra Mundial, aseguraban después de haber sucedido todo, que ellos no sabían nada acerca de lo que estaba sucediendo dentro de esos lugares de muerte. Recuerden la respuesta de Jesús al débil que dijo ser ignorante en Mateo 25:44-46, “Ellos también le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.”

Un día en Inglaterra hace más de 100 años mientras viajaba, el Señor le dio una visión a William Booth, el poderoso evangelista que fundó y construyó el Ejército de Salvación. Aquí está parte de su descripción de aquella visión, un poco extensa, pero muy importante de considerar:
 

William Booth

“Vi un océano oscuro y tormentoso. Sobre el posaban pesadas nubes negras; y a través de ellas de vez en cuando se daban rayos y sus ruidosos truenos resonaban, mientras los vientos rugían, y los olas espumeantes se levantaban, y se rompían, para volverse a levantar y romper de nuevo. En ese océano creí ver miles de pobres seres humanos que se hundían y flotaban, gritaban y clamaban, maldecían, luchaban y se ahogaban; y en tanto ellos maldecían y gritaban, otros se levantaban y volvían a clamar, y luego, algunos se hundían y no se volvían a levantar.

También vi, que afuera de este oscuro océano, una poderosa roca que se había levantado se posó sobre las nubes negras que estaban sobre el tormentoso océano. Y vi que todo lo que estaba alrededor de la base de esta gran roca se convertía en una inmensa plataforma. En esta plataforma, vi con gozo que una parte de las personas que estaban luchando, y ahogándose salían continuamente del tormentoso océano hacia la roca. Y vi que algunos de los que estaban a salvo en la plataforma estaban ayudando a las pobres criaturas que todavía estaban en las tormentosas aguas para alcanzar el lugar seguro, en la roca.

Mirando más de cerca encontré que algunos de los que habían sido rescatados, trabajaban laboriosamente, con cuerdas, botes, escaleras y otros medios más efectivos, para sacar del mar a aquellos que todavía luchaban. Aquí y allá habían algunos que en su pasión por ‘rescatar a los que perecían’ hasta saltaban de nuevo al agua, sin importarles las consecuencias; difícilmente podía saber que me alegraba más—la vista de aquellos que se estaban ahogando tratando de subir a la roca para alcanzar ese lugar seguro, o la devoción y el sacrificio de aquellos que se entregaban de lleno en el esfuerzo por alcanzarlos.

Cuando volví a mirar, pude ver a los ocupantes de la plataforma en diferentes oficios. Quiero decir, estaban divididos en diferentes ‘sets’ o clases y se ocupaban a si mismos con diferentes placeres y empleos. Pero sólo algunos pocos de ellos, trabajaban para sacar a la gente del mar. Lo que me confundía más era el hecho de que todos aquellos que habían sido rescatados en algún momento del océano, casi todos parecían haberlo olvidado todo. Parecía ser que los recuerdos de su situación de oscuridad y peligro no los seguían atormentando. Y lo que parecía igualmente extraño para mí era que a esa gente no les importaba—los tenía sin cuidado—las personas que estaban pereciendo, que estaban luchando y ahogándose ante sus ojos… muchos de los cuales eran sus propios esposos y esposas, hermanos y hermanas y hasta sus propios hijos….

Pero lo que a mí me parecía más asombroso era que aquellos en la plataforma a quien Él había llamado, que habían escuchado Su voz y sentido que debían obedecerle—al menos decían que lo harían—aquellos que confesaban amarlo, y que estaban en completa unión con Él en la tarea que Él había emprendido—que lo adoraban o que así lo profesaban—ahora estaban tan absortos en sus oficios y profesiones, sus ahorros y placeres, sus familias y círculos, sus religiones y sus argumentos acerca de ello, y su preparación para irse a otros lugares, que no escuchaban el lamento que venía a ellos de aquel Asombroso Ser que había ido por si mismo de vuelta al mar y necesitaba ayuda. Y así escucharan, no prestaban atención. No les importaba. Y entonces, la multitud seguía luchando, clamando y ahogándose en la oscuridad, delante de ellos.

Luego, vi algo que me pareció aún más extraño que cualquier otra cosa que había sucedió en esta extraña visión. Vi que algunas de estas personas que estaban en la plataforma, a quienes este Maravilloso Ser había llamado, esperando que ellos fueran y Lo ayudaran en la difícil tarea que había emprendido para salvar a aquellas criaturas que estaban pereciendo, ¡estaban siempre orando y clamando para que Él viniera a ellos!… y todo el rato que Él estaba abajo (por Su Espíritu) entre las pobres criaturas que se hallaban luchando, ahogándose, en lo profundo, con sus brazos alrededor de ellos tratando de sacarlos, y mirando hacia arriba—¡oh! anhelando en vano—a aquellos en la roca, rogándoles con Su voz desgastada de llamarlos. ‘¡Vengan a mí, vengan, y ayúdenme!’”

¡El corazón de Dios es tan sensible a los perdidos! Por lo tanto, la condición normal del corazón de cualquier seguidor de Jesús debería ser el quebrantamiento, debido a la grandeza de nuestro pecado, el quebrantamiento por la maravillosa misericordia que hemos recibido y el quebrantamiento porque nos damos cuenta que todavía ahí muchos alrededor nuestro que están perdidos y camino a una muerte eterna.

William Booth predicando

Como 2 Pedro 3:9 declara, “El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.” Dios tocó el corazón del joven William Booth, y lo usó a él y a su querida esposa, Catherine, para rescatar a miles y miles de ingleses de las clases oprimidas, almas pobres, que se encontraban indefensas y desesperanzadas. Como algunos académicos han señalado desde entonces, el trabajo del Ejército de Salvación transformó tanto la sociedad inglesa a finales del siglo XIX, que es probable que el trabajo de los Booths le ahorró a Inglaterra una Revolución Comunista. Antes que ellos y algunos otros creyentes con el mismo pensamiento llegaran, multitudes de ingleses pobres no eran menos miserables que las masas oprimidas de la Rusia Zarista.

¿Y ahora? ¡Ahora es nuestro tiempo y nuestro turno! ¿Estamos dispuestos a dejar que hombres, mujeres, y niños de nuestra generación perezcan por falta de la salvación que sólo Jesús puede dar? La terrible realidad es que muchos creyentes prueban cada día cuan poco se interesan por el perdido, debido a sus acciones o la falta de ellas. Como dije antes, el Señor tuvo que trabajar en mi corazón por un largo tiempo, antes que yo estuviera verdaderamente dispuesto a ser un evangelista. Hace casi 10 años, mi esposa me persuadió para ir a ver con ella la película el Titanic, no obstante mis fuertes objeciones. Yo conocía mucho sobre la trágica historia de ese viaje, como para poder disfrutar un tonto romance de Hollywood (No tengo nada en contra del romance real, sólo la versión de Hollywood). Yo todavía no recomiendo esa película, pero ese día, mi esposa estaba en lo cierto, y yo estaba equivocado. Allí sentado, empecé a llorar durante la escena cerca al final, en la cual los sobrevivientes, descansando en los botes salvavidas que estaban con personas a menos de la mitad de su capacidad, se rehusaban a volver y rescatar a cientos mas, que estaban todavía ahogándose en el demasiado frio mar del Norte Atlántico.

Un bote salvavidas del Titanic

Fue entonces cuando el Señor me habló, señalando que nosotros los creyentes somos como aquellos de los botes. Estamos tan felices de ser sanos y salvos… y secos, que no nos importa preocuparnos por aquellos que todavía se están ahogando a nuestro alrededor. En ese lugar el Señor me habló unas palabras que nunca olvidaré: “¡No huyas del fuego!” ¿Qué fuego?, se preguntarán; el fuego del amor de Dios que quiere purificarnos completamente, y quitar toda escoria que nunca va a hacer parte del Reino de los Cielos—hasta que nos convirtamos en vasijas listas para el uso del maestro. El fuego del Espíritu que, habiéndonos rescatado, quiere arder fervientemente en nuestros corazones para que no estemos dispuestos a dejar que otros perezcan, y mueran queriendo la ayuda que nosotros podríamos darles. El fuego que trae lágrimas a nuestros ojos, cuando oramos por otros, porque nuestros corazones están llenos con el amor de Aquel que “no está dispuesto a dejar que nadie perezca”. Por dos o tres años después de ese día en el cine teatro, yo no podía escuchar el tema de la película Titanic, en la radio o en la tienda, sin empezar a llorar de nuevo. Oh, que el Señor toque y quebrante nuestros corazones hasta que nos importe como a Él le importa, y estemos dispuestos a “rescatar al perdido” sin importar el costo.


La motivación del evangelista

Segundo, la motivación del evangelista debe ser el amor de Dios por las personas, no nuestro amor por ellas. Nuestro amor pronto se enfriaría ante la indiferencia humana, la dureza de corazón, y hasta la burla. ¡Pero el amor de Dios es un fuego que jamás se enfriara! Como Isaías 52:7 dice,

Primer Congreso Nacional
de Evangelistas

“¡Qué hermosos son, sobre los montes,
los pies del que trae buenas nuevas;
del que proclama la paz,
del que anuncia buenas noticias,
del que proclama la salvación,
del que dice a Sión: Tu Dios reina!”

¿Por cuánto tiempo el Señor ha estado llamando a la Casa de Israel al arrepentimiento, y por cuánto tiempo muchos judíos se han resistido al llamado? Aun así el amor de Dios por los judíos nunca terminará. Como dice Jeremías 31:3, 4: “Hace mucho tiempo se me apareció el SEÑOR y me dijo: “Con amor eterno te he amado; por tanto te prolongué mi misericordia. Aun te edificaré, y serás edificada, oh virgen de Israel….” [Reina Valera, 1960]

¿No es el Evangelio de Jesucristo todavía “primero para el judío y también para el griego”? El plan y los propósitos de Dios para el mundo presente nunca cambiarán. Hasta que Jesús vuelva, nuestro Padre Celestial estará continuamente buscando que tanto judíos como gentiles se arrepientan y se aparten de sus pecados. Sin embargo, si dependiera de la mayoría de nosotros, actuaríamos rápidamente como los discípulos que quisieran que descendiera fuego del cielo sobre aquellos que se atreven a resistir el Evangelio de Jesucristo. ¡Oh, cuan rápido olvidamos lo malo que éramos, antes de que la gracia de Dios transformara nuestras vidas, convirtiéndonos en humildes salvadores de otros!

¿Quién es entonces él que hace los pies del evangelista “hermosos sobre los montes”? Si pensamos que tenemos por nosotros mismos alguna bondad o mérito, ya hemos perdido el punto. Por años, he conservado un dicho de Cotton Mather en el frente de mi Biblia para recordarme de dónde viene cualquier cosa buena: “Pero, ¿qué soy yo? Nada. ¿Quién soy yo? Nadie. Pero la gracia de Cristo me hace lo que soy, lo que vivo, lo que hago.” El mensaje que estamos llamados a llevar no es acerca de tí o de mí, o acerca de lo que pensamos. ¡Pero es acerca del Señor y Su eterno amor por los pecadores!

Hace años, escuche a Billy Graham hablar palabras que me llegaron al corazón, entendí, de porque el Señor ha sido capaz de usar tan poderosamente a este siervo de Dios, una vez un chico criado en el campo. Abiertamente ha declarado que no es su trabajo salvar las almas, ¡pues es el trabajo de Dios! El evangelista Graham afirma que su trabajo ha sido de esconderse detrás de la cruz cuando predica el Evangelio, para que la gente vea a Jesús, no a Billy Graham. Hace años, la Sra. Lowe, que desde mucho tiempo había sido misionera en Colombia, rogó junto a mí y otros jóvenes, que pudiéramos dejar a Dios hacernos “dignos o seguros para bendición,” gente en la que Él pudiera confiar y usar—¡sin que esto se nos fuera a la cabeza!


El poder del evangelista

Tercero, ¡el poder está en el mensaje, no en ti o en mí! Como Pablo recuerda los santos en su día, “Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.” (2 Corintios 4:7,8) Nosotros somos simplemente embajadores, llamados a transmitir un mensaje que no escribimos, llamados a entregar un mensaje fielmente. El Evangelio existía desde mucho antes que naciéramos, pero hay de nosotros si empezamos a usar indebidamente las Buenas Nuevas eternas, añadiendo o quitando algo. El mensaje acerca del pecado, juicio y salvación en Jesucristo es la historia más grande que uno puede contar. Que el Señor nos haga fieles portadores de sus Buenas Nuevas.

Cuando yo tenía 19 años, un domingo por la tarde algunos miembros de mi iglesia estaban predicando en una acera frente a Times Square en la ciudad de Nueva York, y muchos se detenían a oír. Como un adolescente, lleno del vigor de la juventud, las bendiciones de esa tarde no fueron suficientes para mí, y le pedí al Señor que me diera a alguien más para hablar en el bus de vuelta a la Universidad de Yale. Sólo había un lugar para sentarme en todo el bus, y no había duda sobre dónde sentarme. Efectivamente, me senté justo al lado de un hombre de 72 años que pronto empezó a contar su historia. A la edad de 70 años, este hombre había sufrido un ataque cardiaco lo que se tradujo en un año completo en el hospital. Durante su convalecencia, su esposa que le había sido fiel por 50 años, le fue infiel. Él se había enojado tanto con su esposa y con Dios que cuando salió del hospital, decidió echar toda su vida por la borda. Ese fin de semana, él había entrado a Nueva York, decidido a embriagarse, dormir con prostitutas, y hacer todo el mal que no había hecho en 50 años de matrimonio—todo para vengarse de su esposa. Mi corazón se quebranto cuando vi el dolor que se reflejaba en el rostro de este anciano, y empecé a contarle acerca del amor y perdón encontrado en Jesucristo.

Desafortunadamente, mis palabras sólo lograron airarlo aun más, y este hombre me dio la espalda, rehusándose a responderme. Sin embargo, algo dentro de mí me inquieto a seguir hablando, a seguir contándole del amor de Jesús. Después de una hora y media de estarle hablando a la espalda del hombre, yo estaba listo para desistir, pero luego vi el rostro del hombre reflejado en la ventana del bus. Lágrimas corrían por sus mejillas, y sabía que Dios había tocado su corazón. Le pregunte si quería aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador personal, y él se volteó hacia mí y me respondió tranquilamente, “Sí, sí, lo quiero aceptar.” Este señor oró conmigo, poniendo todas sus heridas y su dolor a los pies de Jesús, pidiendo por el perdón de todas las cosas terribles que había cometido ese fin de semana. Pero sobre todo, pidió perdón por su actitud hacia su esposa, y decidió perdonarla por todo lo que ella había hecho.

Justo cuando el hombre termino de orar, llegamos a su parada. Cuando el hombre se dispuso a bajarse del bus, se volteo y vino hacia mí repetidamente para apretar mi mano y agradecerme por llevarlo a Cristo. El pobre conductor del bus estaba frenético, y le tuvo que rogar al hombre que se bajara del bus para que él pudiera continuar con su ruta. Unos meses después, ese hombre me escribió que también su esposa se había entregado a Cristo, que su matrimonio había sido restaurado, y que estaba más feliz de lo que había estado en toda su vida. ¡Hasta el final de los tiempos, la “bien antigua historia” de Jesucristo y Su gran amor no cambiará o perderá su poder para transformar vidas!

El alto llamado del evangelista

Cuarto, el llamado del evangelista es un llamado alto. El Señor nos ha ordenado alcanzar multitudes para Cristo. El cumplimiento de esta parte de nuestro llamado no es fácil ni automático. Puede que haya mucha adversidad y aun sea menospreciado, pero con Dios todas las cosas son posibles. Necesitamos recordar en nuestras oraciones las palabras de Isaías 55:8-11:

“Porque mis pensamientos no son los de ustedes,
ni sus caminos son los míos —afirma el SEÑOR—.
Mis caminos y mis pensamientos
son más altos que los de ustedes;
¡más altos que los cielos sobre la tierra!

Así como la lluvia y la nieve
descienden del cielo,
y no vuelven allá sin regar antes la tierra
y hacerla fecundar y germinar
Para que dé semilla al que siembra
y pan al que come,
Así es también la palabra que sale de mi boca:
No volverá a mí vacía,
sino que hará lo que yo deseo
y cumplirá con mis propósitos.”

Recientemente escuché a un pastor en la ciudad de Nueva York afirmando que la mayoría de las personas eran salvas a través de testificar personalmente o uno-a-uno y no por medio del ministerio del evangelismo, pero eso no es cierto. En muchos casos, los creyentes pierden las oportunidades de ser testigos de la gracia de Dios. Y el testimonio de su vida diaria y de su conducta en algunos casos, no va a ser algo que llevará a la gente a encontrarse con Jesús. ¡Hasta los podría alejar! Gracias a Dios por el evangelismo personal, porque si aún cada creyente fuera un testimonio fiel a cada miembro de su familia, barrio, compañero de trabajo o de estudio, igualmente en la mayor parte del mundo seguirían habiendo personas sin escuchar acerca del Evangelio de Jesucristo.

Estamos viviendo en días en los que Dios está buscando alcanzar naciones que nunca antes habían sido objeto del Evangelio. Esto es algo que tiene que suceder, porque como Jesús declara en Mateo 24:14, “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.” Aun con naciones como Colombia que ha sido parcialmente alcanzada con el Evangelio, el Señor no está satisfecho. Él está buscando algo más grande, caminos más profundos, hasta que la lluvia y la nieve desciendan del cielo y traiga consigo la cosecha completa de estos últimos días. ¡Considerando todas las cosas, es un tiempo emocionante para estar vivo y servir al Señor! Cuando era joven, nunca soñé con predicar las buenas nuevas de Jesucristo en Colombia. Pero hace 35 años, cuando era un joven universitario, la Sra. Lowe me detuvo un día y me dijo, “siempre estás orando por Japón y China, pero tú formas parte de una iglesia con misioneros en Colombia. ¿Por qué no empiezas a orar por Colombia?”

Bogotá, Colombia

Nunca olvidé su petición, y he estado orando por Colombia por más de 30 años, para que el Señor envíe un avivamiento a esa tierra. Verán, viene un gran avivamiento para Colombia, ¡no sólo para Estados Unidos! Tuve que aprender como joven, y Dios me lo ha estado recordando desde entonces: “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos —afirma el SEÑOR—. Mis caminos y mis pensamientos son más altos que los de ustedes”. ¿Qué más podemos pedir como evangelistas que estar plenamente en los caminos y pensamientos de Dios y ver como Su perfecta voluntad se cumple en la tierra?







 


La dificultad del llamado del evangelista

Quinto y último. Siento que debo enfatizar más en esto: el llamado del evangelista no es fácil. Hace un tiempo, yo estaba en una reunión de misioneros en Colombia, misioneros de Colombia a otros países. Un misionero de España me abordó y me preguntó qué trabajo hacia yo para el Señor. Cuando le dije que Dios me había llamado a ser un evangelista, él me advirtió claramente que muchos de los que el Señor llama a ser evangelistas en estos días, se han desanimado y se han dado por vencidos. Él me dijo que muchos han decidido tomar posiciones como pastores porque sus medios de sustento eran más obvios que lo que nunca habían sido cuando trataron de trabajar como evangelistas. Luego, él me aconsejó en los términos más fuertes posibles, “¡Nunca renuncies a tu llamado! ¡Nunca te conviertas en otra cosa que lo que el Señor te ha llamado a ser!”

¡Es cierto! Ser un evangelista usualmente no viene con un salario, pero aun así Dios dará la provisión. Hudson Taylor, un misionero famoso de la China del siglo XIX y fundador de la Misión Interna para China (China Inland Mission), dejó un poderoso consejo para aquellos que servían a Dios por fe sin medios visibles de sustento: “El trabajo de Dios, hecho a la manera de Dios, nunca carecerá de la provisión de Dios.” Taylor fue a China cuando era joven, solo, y ministró en lugares al interior de China a donde los misioneros nunca habían ido. Sin embargo, hacia el final de su vida, la Misión Hacia el Interior de China había llevado y sostenido a casi 850 misioneros adicionales. Este hombre de fe también sostuvo, “He encontrado que ahí tres etapas en el gran trabajo de Dios; primero, es imposible, segundo, es difícil, luego es hecho.”

Ser un evangelista no viene con un manual escrito o una agenda. Debemos avanzar de rodillas y [totalmente] rendidos a Dios. Las palabras de 2 Corintios 5:7-8 deben ser reales para nuestras vidas, “Vivimos por fe, no por vista.” Entonces, las más grandes obras de Dios son hechas siempre con fe, y no con el ingenio o la habilidad humana.

Ser un evangelista es ser malentendido por algunos, incluyendo creyentes. Algunos líderes de iglesias y pastores pueden aun pensar que estamos en competencia con ellos, pero el trabajo del evangelista es ayudar a construir la iglesia de Jesucristo, no nuestro propio reino. Algunos creyentes no entenderán nuestras cargas, o lo que nos preocupa tanto, pero nunca dejemos que esto nos provoque a menospreciar las cargas que Dios coloca sobre nuestros corazones. Hace años, un hermano en el Señor me preguntó cómo iba yo a orar por un avivamiento en Nueva York, a la cual él llamaba “la Babilonia moderna”. Él estaba genuinamente confundido y hasta tenía razón en cierto sentido; sin embargo, ¿cómo no poder orar por avivamiento en la ciudad de la cual el Señor me ha hecho parte, y que ha puesto en mi corazón por más de treinta años? Al hablarle el Señor a Israel en Jeremías 29:7, afirma “Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al SEÑOR por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad.” ¿No somos todos nosotros exiliados aquí en la tierra, anhelando por un Reino en donde el pecado y la muerte nunca más entrarán? ¿No deberíamos elevar nuestras oraciones al Cielo y derramar nuestras lagrimas por los lugares a los que Dios nos llevó para habitar por algún tiempo?

DavidDavid Brainerd predicando
a los nativos norte-americanos

En adición, las victorias que se han logrado y por las que nosotros los evangelistas oramos, requieren de mucha oración y paciencia. Hemos sido llamados a romper el barbecho para el Señor, y eso siempre significa un precio. El joven David Brainerd no tuvo al principio la intención de predicar a los Indígenas Americanos. Sin embargo en 1742, cuando fue echado de la Universidad de Yale por hacer un comentario no sabio acerca de la muerte espiritual del director de la facultad, pronto se encontró viviendo y trabajando entre aquellas personas que estaban cegadas espiritualmente y sufriendo. Por meses y años, él oró y lloró por ver al menos un solo convertido entre los nativos, luchando en contra del desanimo y la desesperación para que algo cambiará algún día. Sin embargo, cuando finalmente Dios movió con poder no solo los nativos que oían sus palabras se convencieron profundamente y se arrepintieron de sus pecados, sino que otros que estaban lejos también se convencieron bajo convicción similar y también se volvieron al Señor, aun estando demasiado lejos para escuchar su voz—¡todo esto por el poder del Espíritu Santo!

Otra realidad que afrontamos es que los pecadores no son siempre agradables, como éramos nosotros antes que Jesús nos salvará. Los primeros aparte de mis padres en hablarme de la gracia de Jesucristo sin duda se llevaron una fuerte impresión de que habían perdido su tiempo con un chico grosero e iracundo. Siempre recuerda que aquellos que actúan de la manera menos amable respecto al Evangelio pueden más tarde convertirse en los peces más importantes que traemos para Cristo. Dwight Moody no parecía ser un prospecto muy prometedor para su maestro de escuela dominical, el Sr. Kimball. Sin embargo, este hombre fue movido en su corazón para orar por el joven religioso de su clase, pero inconverso.

 

Dwight Moody

 

Un día, Sr. Kimball decidió ir a la tienda de zapatos donde Moody trabajaba. Alguien había podido decirle a él: “¿Por qué no esperar hasta el siguiente domingo para hablar con él?” Pero él no esperó. El Sr. Kimball entró a la tienda, y habló con Moody a solas en el cuarto de atrás acerca del amor de Jesucristo. Él estaba seguro que no estaba haciendo un buen trabajo en testificar, pero al final de la conversación, Dwight Moody había recibido a Jesús como su Señor y Salvador. Ese joven vendedor de zapatos y maleducado se convirtió en uno de los evangelistas de más alcance del siglo XIX.


Llamado a la fidelidad, no a la fama

Por último y no menos importante, muchos de los evangelistas nunca serán famosos aquí en la tierra. Unos pocos si lo serán, pero la mayoría permanecerán sin ser anunciados o proclamados en esta vida. Sin embargo, que el Señor nos de la gracia para ser fieles en cada aspecto de nuestro llamado en la tierra, para que nuestros nombres ¡sean conocidos en el Cielo! Para terminar, recuerdo una respuesta maravillosa del Dr. Billy Graham cuando, hace muchos años, un reportero le preguntó qué pensaría él que sería el encabezado del periódico del Cielo cuando él, Billy Graham, muriera y fuera a estar con el Señor. El Dr. Graham pensó por un momento, y luego respondió que el encabezado y principal artículo de ese día sería acerca de una anciana de la cual nadie había oído, pero la cual había rendido y entregado su vida como una fiel intercesora y guerrera de oración a favor de la tierra donde el Señor la había colocado. En cuanto a él, el Dr.Graham dijo que habría una pequeña noticia en la página 35, “¿Billy Graham? Él lo logró.”

Un último pensamiento, Thomas E. Lowe, el misionero y evangelista que entregó su vida como un mártir en Colombia en 1941, usualmente declaraba que la cualidad más importante que Dios está buscando en las vidas de Sus siervos es la fidelidad. Dios no está mirando lo mucho que hacemos, está mirando si hemos o no sido fieles con Él:

“¡Al único Dios, nuestro Salvador, que puede guardarlos para que no caigan, y establecerlos sin tacha y con gran alegría ante su gloriosa presencia, sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre! Amén.” (Judas 24-25)

Copyright ©2009 Christopher N. White.

(Basado en el mensaje dado el viernes, 17 de marzo de 2006 durante el Primer Congreso Nacional de Evangelistas (CNE) en Bogotá, Colombia).

Traducción por Luz Ángela Torres, con asistencia editorial de Gonzalo Hernández y Lois Jarabek Bierlmaier, y con corrección de pruebas por Eliana Cárdenas Rojas.

Toda referencia bíblica se toma de la Nueva Versión Internacional a menos que se indique lo contrario.

El cuadro de la portada viene del Segundo Gran Avivamiento [o Despertar Espiritual]: Reunión de Campamento. El litógrafo a color es de Kennedy y Lucas, tomado de una pintura de A.

Rider, ca. 1835, número negativo 26275, Colección de la Sociedad de Historia de Nueva York, Ciudad de Nueva York.


Bibliografía:

1. William Booth, A Vision of the Lost, [Una visión de los perdidos]. Disponible en

http://www.cephas-library.com/salvation_army/salvation_army_founder_booth.html (visitado el 7 de marzo, 2008).

2. William R. Moody, The Life of Dwight L. Moody, [La Vida de Dwight L. Moody]. Fleming H. Revell Company: New York, 1900.

3. James Strong, The Exhaustive Concordance of the Bible, [Concordancia Exhaustiva de la Biblia]. Abingdon: Nashville, Tennessee, 1890.