“Una voz dice: «Proclama.» «¿Y qué voy a proclamar?», respondo yo. «Que todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo…. La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.»
(Isaías 40:6,8)

¿Qué es el hombre? Si no somos más que el accidental producto de un proceso evolutivo, el cual no tuvo la intervención de la mano divina, en realidad no somos nada. ¿Y que si se puede contemplar el cielo a través de un telescopio y mirar las maravillas de todo lo que está ahí afuera? Por lo menos tales hallazgos nos hacen reconocer humildemente, cuan insignificantes somos en comparación con el universo. ¿Que son los setenta y algo de años que estamos en la tierra, o incluso miles de años, en comparación con la edad de la tierra misma?

Como decía uno de mis colegas, quien es al mismo tiempo biólogo y ateo, estamos aquí solo por un rato, después algún otro organismo nos reemplazará—tal vez una rata o una cucaracha. En sus palabras, ¡no hace ninguna diferencia! Si no hubiera creador, ni diseñador del universo, ni ningún hacedor con propósitos explícitos en mente cuando el hombre llego a existir, entonces lo que sucede con nosotros en última instancia, no tendría consecuencias. En respuesta a los de su época quienes afirmaban que no había resurrección de los muertos, no hay nada como la vida eterna, el apóstol Pablo dijo en su primera carta a los corintios, “Si los muertos no resucitan, «comamos y bebamos, que mañana moriremos».” (1 Corintios 15:32)

Cuando estudié química orgánica en la universidad de Yale, mi profesor daba a entender que creía en un creador, a juzgar por sus conferencias y, en particular, de sus alusiones bíblicas. Cuando otros amigos tomaron el mismo rumbo años más tarde con un profesor diferente, su profesor le contó a su clase un relato alegórico. Si caminarás a través de un gran desierto y vieras solamente arena por millas y millas y de pronto, después de un largo periodo de tiempo, te encuentras con un hermoso reloj en el suelo, ¿Qué supondrías? Los estudiantes dieron diversas respuestas, pero ninguna lo convenció, por lo tanto dio su propia respuesta. Afirmó al instante, que inmediatamente asumiría que alguien había hecho el reloj, sobre todo porque, a diferencia de la arena, fue detalladamente diseñado. A continuación, declaró que el universo era infinitamente más complejo que el mejor reloj, pero afirmó que ¡no tenía ningún diseñador! Llegando a la conclusión de que era sólo el resultado accidental de un proceso sin una inteligencia superior detrás de todo. Algunos de sus estudiantes por lo menos fueron confundidos, y por eso he oído sobre el incidente.

Maria Von Trapp

Si nosotros no hubiésemos sido creados, entonces nuestras vidas no serian más que un vapor que rápidamente pasa y desaparece, para no volver a existir. Tú también puedes conseguir todo lo que puedas mientras puedas, porque esta sería la única oportunidad en que lo obtendrías. Pero, si hemos sido creados, entonces el objetivo principal de la vida no es el dinero o el éxito, pero si, llegar a conocer a Aquel que nos hizo y el por qué nos hizo. Para aquellos de ustedes que han visto, “El sonido de la música”, en cine o en el juego, quiero citar de María von Trapp una frase, “Lo más importante en la vida es saber cuál es la voluntad de Dios y luego ir y hacerla.” Si Dios no es un producto de nuestra imaginación, sino que somos el fruto de su creatividad divina, no nos atrevamos a jugar con respecto a quién es Él. Lo hacemos así para ir directamente a la fuente y pedir al mismo Señor que nos muestre lo que Él es—sobre todo porque Él es quien un día será nuestro juez, no somos nosotros los que le juzgaremos. En 1 Samuel 2:3 dice, «Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez; ¡no profieran palabras soberbias! El SEÑOR es un Dios que todo lo sabe, y él es quien juzga las acciones». Otra vez, en Gálatas 6:7-8, «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.»

Si yo pensara que Dios solo es producto de mi imaginación, no podría estar hoy delante de ustedes. Cuando era niño pensaba que la religión no era más que una colección de intentos humanos para averiguar la naturaleza divina, la verdad no estaba muy interesado. ¡Había mejores cosas que hacer! Si todo con respecto a Dios dependía de lo que la gente pensara, que era algo así como elegir tu sabor favorito de helado, tenía poco tiempo para la religión. Si Cristo no hubiera resucitado de los muertos, entonces Él hubiera sido una figura religiosa más de un elenco de personajes históricos, algunos nobles, otros no tanto, que afirman revelar la verdadera naturaleza de Dios al hombre. Todo esto puede estar incluido bajo el título de “Los mejores intentos del hombre escalando la cima de la montaña para encontrar a Dios”. Pero si Cristo resucitó de entre los muertos y vive hoy, entonces, como un querido amigo manifestó recientemente, no era el hombre el que trataba de subir a la montaña de Dios, sino que Dios descendió de la montaña para convertirse en un hombre. Como Isaías profetizó sobre el Mesías que había de venir, Él fue y es “Emanuel”, o “Dios con nosotros”. O como Juan, el discípulo de Jesús, declaró, «El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios». (Juan 1:10-12)

Antes que las colinas fuesen afirmadas,
O que la tierra recibiera su figura,
Desde la eternidad, Tú eres Dios,
Por años interminables el mismo.
Miles de años, a Tus ojos,
Son como una noche que pasa;
Corta como la vigilia que termina la noche,
Antes que se levante el sol.

El tiempo es como una corriente que fluye
Arrastra todo sus hijos; (como la muerte)
Se van volando, olvidados, como un sueño,
Mueren con la apertura del día.

A pesar de todo mi disgusto personal por la religión, Dios en su misericordia trató conmigo a través de varios medios. Yo no era una nuez fácil de roer. Yo estaba orgulloso, yo creía que sabía más que los demás, especialmente de esos extraños cristianos nacidos de nuevo, quienes tenían la desfachatez de decir que realmente conocieron a Dios personalmente. Mi padre era un predicador, estaba bien que ellos hicieran esta clase de afirmaciones, pues eran mis padres y los padres son diferentes, por lo menos ante los ojos de sus hijos. Sin embargo, a pesar de ser un hijo de ministro, fui obligado a ir a la iglesia regularmente. Yo pude evadir todo lo que había oído, especialmente de mi padre. Pero, ¿sabes que fue lo que paso? Había una canción que solía cantar en las mañanas de domingo llamada, “Oh Dios, nuestra ayuda en épocas pasadas”, escrito por Isaac Watts más de doscientos años atrás. Algunos de sus versos decían:

Hasta el día de hoy, no puedo comprender aun porque esta canción me afectó tanto. Cada vez que la canté, desde mis 12 años hasta cuando tenía 14 años aproximadamente, temblaba en mis botas ante la perspectiva de cuan corta iba a ser mi vida. Esa sensación fue poderosamente combinada con la convicción penetrante de que, un día, iba a tener que comparecer ante un Dios eterno para dar cuenta de todo lo que había hecho en mi corta vida, especialmente las cosas que pensé que eran secretos. Como el escritor a los hebreos, declaró: “Es una cosa terrible caer en las manos del Dios vivo.” (Hebreos 10:31)

Que alegre la mañana, el primer día de vida,
Cuando prueba mi alma el amor de Jesús,
No había conocido nunca tal paz abrumadora,
Llenando mi corazón con su luz de lo alto.
En mi primer despertar de gozo, oí al Salvador,
Llamándome a salir de la desesperación sin esperanza,
De la oscura opresión, suavemente me señalo,
Hablando a mi alma sus palabras de gracia.

Gracia para ser todo lo que mi corazón una vez anhelo,
Sin embargo encontré que el pecado había cerrado el camino,
Gracia para cesar con alegría mi egoísmo,
Vida más abundante, ¡gracia para ser libre!
(Copyright ©1987 Christopher N. White)
(Copyright ©1987 Christopher N. White)

He luchado mientras que pueda, pero se despertó en mí una curiosidad suficiente para que yo empezara a leer la Biblia por mi propia cuenta. La leí de principio a fin durante un período de dos años hasta que, finalmente, estuve convencido de que, o bien fue una pieza muy bien elaborada de ficción, o que realmente era un Dios—lo hice no todavía empezando a saber lo que era conocerlo. Queriendo saber la verdad, a la edad de catorce años me convertí, estando en un granero en New Hampshire, le pedí algo que nunca había pedido en oración antes. Le dije al Señor que yo era un pecador y le pedí que me permitiera saber si Jesucristo realmente murió en la cruz por mis pecados.

Nuevamente, no puedo describir lo que ocurrió en esa habitación. No estaba presente ningún predicador, ni ninguna otra persona por lo que puedo recordar. Alguien podría haber estado allí, pero de lo único que era consciente, es que sentía una abrumadora sensación de la presencia de Dios, de mi propio pecado, y del amor y del perdón de Cristo. En el momento en que yo estaba más profundamente consciente de la maldad de mi corazón y lo mucho que merecía ir al infierno, también sabía que Cristo se había llevado mi culpa y en su amor me aceptó en una relación personal con Él. Atrás quedó la pregunta de quién era Dios, reemplazada con otra, ¿cómo podría yo llegar a conocerle mejor y servirle? Veinte años más tarde, escribí un himno describiendo esa experiencia lo mejor que pude:


¿Sabes algo? ¡El pecado no es realmente tan divertido como el mundo piensa! “El agua robada es dulce”, pero solo por poco tiempo, porque después resultará amarga dentro de ti, como cuando tengas que enfrentar las consecuencias de la inmoralidad sexual – ¡en algún momento eso pasara! El alcohol puede ser una aventura cuando se es joven, pero será un tirano cuando seas viejo. ¿Has escuchado acerca del joven estudiante de Massachusetts Institute of Technology, quien murió por una sobredosis de alcohol? Durante el primer año, el decano de mi universidad, cuando ya no pudo soportar más, publicó una circular sobre los diez actos más estúpidos que los estudiantes hicieron en ese año, y todos ellos fueron relacionados con el alcohol. Un joven bebió hasta la muerte, otro cayó de un andamio a 45 pies de altura y se rompió la espalda porque se trató de subir en estado de embriaguez. Aún otro fue traspasado por unas de las altas barras de hierro de Yale, tratando de subir en un estado deteriorado.

Las escrituras declaran en el libro de proverbios, «El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente!» (Proverbios 20:1) Recuerdo muy bien, cuando me sentaba en una mesa en el comedor de mi colegio residencial en Yale, Calhoun, los sábados por la mañana, escuchando a los jóvenes como de una manera aparentemente inteligente a mi alrededor hacían alarde de cuan ebrios habían estado la noche anterior. No puedo decir que entendí la razón por la cual ellos presumían tanto. En un año anterior, cuando mi hermano era estudiante de segundo año, estuvo en una fiesta. Alguien pensó que sería una broma darle una bebida alcohólica fuerte y velozmente, tanto que mi hermano, sin darse cuenta de lo que estaba bebiendo, tuvo que ser llevado al hospital de Yale-New Haven. Mis padres llegaron a ver a su hijo morir lentamente durante un período de trece años por las consecuencias que trajo a largo plazo una interacción entre la droga y el alcohol. El atleta rubio de ojos azules, entre otras cosas, que obtuvo un puntaje de 800 en la prueba de Física nunca volvió a estar plenamente en sano juicio de nuevo.

Como Pedro declaró en 1 Pedro 5:8, «Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar». Él caza para que «la preciosa vida» sea destruida (Proverbios 6). Como dice Gálatas, «No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.» El apóstol Pablo también escribió, « ¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios.» Pero Pablo también pudo escribir de algunos de los creyentes en la iglesia de Corinto, «Y eso eran algunos de ustedes.» Observe el uso del tiempo pasado aquí, «Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.»

«Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios.»
(Juan 3:16-18)

A Jesús ser refirió Isaías cuando declaró, «Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.» Hemos pecado, pero Cristo tomó las consecuencias de nuestros pecados sobre sí mismo, muriendo una muerte indigna en una cruz romana: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!»

Finalmente, leamos otro pasaje del evangelio de Juan,

Doy gracias a Dios que no tienes que tomar mi palabra, o la palabra de otros aquí hoy, sobre quien es Jesús. Puedes preguntarte a ti mismo como millones de personas lo hacen. Si está muerto como algunos han afirmado, no tienes nada que temer al preguntarte—pues no serás capaz de responderte. Pero Él no está muerto, Él vive, y el mismo te responderá, lo podrás conocer de una manera directa y personal—y sabrás que lo conocerás. La única pregunta real es, ¿verdaderamente quieres conocer la verdad? Porque con el conocimiento de la verdad, viene la responsabilidad. ¿Qué vas a hacer con Jesús? Él es el único que dice de sí mismo, «Yo soy el camino, la verdad y la vida…. Nadie llega al Padre sino por mí.» Y también es el único que dice, «Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.»

Copyright ©1997 Christopher N. White
(Mensaje dado en St. Paul’s Chapel, Columbia University, New York, 10/3/1997.)

Traducción ©2009 por Eliana Cárdenas Rojas.

Toda referencia bíblica se toma de la Nueva Versión Internacional, La Santa Biblia NVI ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.