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El rol del evangelista en el cuerpo de Cristo

“Pero a cada uno de nosotros se nos ha dado gracia en la medida en que Cristo ha repartido los dones. Por esto dice: «Cuando ascendió a lo alto, se llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres….» Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo;”

Como evangelistas, necesitamos entender nuestro lugar y nuestro rol en la iglesia. Efesios 4:7-8, 11-14 dice,





Siendo el hijo de un ministro de un pueblo pequeño, crecí creyendo que para servir al Señor tenía que ser un ministro o un misionero. La idea de ser un evangelista nunca estuvo en mi mente—hasta que el Señor me habló plenamente acerca de mi llamado un sábado en la mañana cuando tenía 20 años.

Mi padre, por otro lado, empezó a orar fervientemente desde mucho antes, entendiendo que yo era llamado a ser un evangelista, aun antes de yo haber nacido. Como el Señor habló a Jeremías en el capítulo 1, versículos 5-8:

«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido;
Antes de que nacieras, ya te había apartado;
Te había nombrado profeta para las naciones.»

Yo le respondí: «¡Ah, SEÑOR mi Dios!
¡Soy muy joven, y no sé hablar!»

Pero el SEÑOR me dijo:
«No digas: “Soy muy joven”,
Porque vas a ir adondequiera que yo te envíe,
Y vas a decir todo lo que yo te ordene.
No le temas a nadie,
Que yo estoy contigo para librarte.» Lo afirma el SEÑOR.

Me encantaría ser capaz de decir que yo rápidamente respondí “¡Sí!” al llamado de Dios a mi vida. Pero el hecho reside en que inmediatamente respondí, “¡No, Señor! ¡No puedo ser un evangelista! ¡No sé cómo hablar!” Sin embargo, dos días después, llegó una carta en el correo de una misionera que pasó cerca de 50 años en Colombia, Sur América. El Señor le había dado a la Sra. Hannah Lowe una visión, en la cual le había mostrado dos cosas: que Dios me había llamado a ser un evangelista, pero que yo iba por mal camino y estaba huyendo del llamado. ¡Oh cuan paciente es el Señor con sus tercos y desconfiados hijos¡

George Whitefield predicando en Cornwall
durante el Primer Gran Avivamiento

El rol de evangelista es crítico en la edificación del Cuerpo de Cristo. Y, sin importar lo que algunos dicen hoy en día, la necesidad de evangelistas nunca terminará hasta que Cristo regrese. Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros tienen diferentes llamados, pero cada rol es ordenado por el Señor y es clave en la edificación de la iglesia. Como es claro de la vida de Pablo, la intención de Dios es que los apóstoles tengan una visión bien amplia tanto para la iglesia como para el mundo perdido. En contraste, aquellos a los que Dios llama a pastorear y enseñar a Su rebaño deben concentrarse principalmente en aquellos que ya hacen parte de los redimidos. Si todo el liderazgo del Cuerpo es ejercido sólo por aquellos que genuinamente han sido llamados por Dios a ser pastores (o ancianos) y maestros, la visión de la iglesia de alcanzar al perdido estaría mucho más limitada de lo que Dios quiere.

Como Abraham llamó a su siervo Eliezer a salir y encontrar una novia para su hijo, Isaac, así también, nosotros los evangelistas somos llamados a buscar una Novia para Cristo entre aquellos que ahora están alejados del Reino de Dios. Buscando gemas para Jesús entre las multitudes de almas perdidas, contenciosas, no prometedoras, y hasta depravadas, es un trabajo arduo. ¡Pero es un trabajo ordenado por Dios! Consideremos otra vez las palabras de Jesús en Juan 15:16, “No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure….”