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La dificultad del llamado del evangelista

Quinto y último. Siento que debo enfatizar más en esto: el llamado del evangelista no es fácil. Hace un tiempo, yo estaba en una reunión de misioneros en Colombia, misioneros de Colombia a otros países. Un misionero de España me abordó y me preguntó qué trabajo hacia yo para el Señor. Cuando le dije que Dios me había llamado a ser un evangelista, él me advirtió claramente que muchos de los que el Señor llama a ser evangelistas en estos días, se han desanimado y se han dado por vencidos. Él me dijo que muchos han decidido tomar posiciones como pastores porque sus medios de sustento eran más obvios que lo que nunca habían sido cuando trataron de trabajar como evangelistas. Luego, él me aconsejó en los términos más fuertes posibles, “¡Nunca renuncies a tu llamado! ¡Nunca te conviertas en otra cosa que lo que el Señor te ha llamado a ser!”

¡Es cierto! Ser un evangelista usualmente no viene con un salario, pero aun así Dios dará la provisión. Hudson Taylor, un misionero famoso de la China del siglo XIX y fundador de la Misión Interna para China (China Inland Mission), dejó un poderoso consejo para aquellos que servían a Dios por fe sin medios visibles de sustento: “El trabajo de Dios, hecho a la manera de Dios, nunca carecerá de la provisión de Dios.” Taylor fue a China cuando era joven, solo, y ministró en lugares al interior de China a donde los misioneros nunca habían ido. Sin embargo, hacia el final de su vida, la Misión Hacia el Interior de China había llevado y sostenido a casi 850 misioneros adicionales. Este hombre de fe también sostuvo, “He encontrado que ahí tres etapas en el gran trabajo de Dios; primero, es imposible, segundo, es difícil, luego es hecho.”

Ser un evangelista no viene con un manual escrito o una agenda. Debemos avanzar de rodillas y [totalmente] rendidos a Dios. Las palabras de 2 Corintios 5:7-8 deben ser reales para nuestras vidas, “Vivimos por fe, no por vista.” Entonces, las más grandes obras de Dios son hechas siempre con fe, y no con el ingenio o la habilidad humana.

Ser un evangelista es ser malentendido por algunos, incluyendo creyentes. Algunos líderes de iglesias y pastores pueden aun pensar que estamos en competencia con ellos, pero el trabajo del evangelista es ayudar a construir la iglesia de Jesucristo, no nuestro propio reino. Algunos creyentes no entenderán nuestras cargas, o lo que nos preocupa tanto, pero nunca dejemos que esto nos provoque a menospreciar las cargas que Dios coloca sobre nuestros corazones. Hace años, un hermano en el Señor me preguntó cómo iba yo a orar por un avivamiento en Nueva York, a la cual él llamaba “la Babilonia moderna”. Él estaba genuinamente confundido y hasta tenía razón en cierto sentido; sin embargo, ¿cómo no poder orar por avivamiento en la ciudad de la cual el Señor me ha hecho parte, y que ha puesto en mi corazón por más de treinta años? Al hablarle el Señor a Israel en Jeremías 29:7, afirma “Además, busquen el bienestar de la ciudad adonde los he deportado, y pidan al SEÑOR por ella, porque el bienestar de ustedes depende del bienestar de la ciudad.” ¿No somos todos nosotros exiliados aquí en la tierra, anhelando por un Reino en donde el pecado y la muerte nunca más entrarán? ¿No deberíamos elevar nuestras oraciones al Cielo y derramar nuestras lagrimas por los lugares a los que Dios nos llevó para habitar por algún tiempo?

DavidDavid Brainerd predicando
a los nativos norte-americanos

En adición, las victorias que se han logrado y por las que nosotros los evangelistas oramos, requieren de mucha oración y paciencia. Hemos sido llamados a romper el barbecho para el Señor, y eso siempre significa un precio. El joven David Brainerd no tuvo al principio la intención de predicar a los Indígenas Americanos. Sin embargo en 1742, cuando fue echado de la Universidad de Yale por hacer un comentario no sabio acerca de la muerte espiritual del director de la facultad, pronto se encontró viviendo y trabajando entre aquellas personas que estaban cegadas espiritualmente y sufriendo. Por meses y años, él oró y lloró por ver al menos un solo convertido entre los nativos, luchando en contra del desanimo y la desesperación para que algo cambiará algún día. Sin embargo, cuando finalmente Dios movió con poder no solo los nativos que oían sus palabras se convencieron profundamente y se arrepintieron de sus pecados, sino que otros que estaban lejos también se convencieron bajo convicción similar y también se volvieron al Señor, aun estando demasiado lejos para escuchar su voz—¡todo esto por el poder del Espíritu Santo!

Otra realidad que afrontamos es que los pecadores no son siempre agradables, como éramos nosotros antes que Jesús nos salvará. Los primeros aparte de mis padres en hablarme de la gracia de Jesucristo sin duda se llevaron una fuerte impresión de que habían perdido su tiempo con un chico grosero e iracundo. Siempre recuerda que aquellos que actúan de la manera menos amable respecto al Evangelio pueden más tarde convertirse en los peces más importantes que traemos para Cristo. Dwight Moody no parecía ser un prospecto muy prometedor para su maestro de escuela dominical, el Sr. Kimball. Sin embargo, este hombre fue movido en su corazón para orar por el joven religioso de su clase, pero inconverso.

 

Dwight Moody

 

Un día, Sr. Kimball decidió ir a la tienda de zapatos donde Moody trabajaba. Alguien había podido decirle a él: “¿Por qué no esperar hasta el siguiente domingo para hablar con él?” Pero él no esperó. El Sr. Kimball entró a la tienda, y habló con Moody a solas en el cuarto de atrás acerca del amor de Jesucristo. Él estaba seguro que no estaba haciendo un buen trabajo en testificar, pero al final de la conversación, Dwight Moody había recibido a Jesús como su Señor y Salvador. Ese joven vendedor de zapatos y maleducado se convirtió en uno de los evangelistas de más alcance del siglo XIX.